jueves, 22 de diciembre de 2011

Sangre en la mejilla

Y eso... lo típico, la montaña rusa de las emociones... estar bien, mal, alegre, triste, animoso, melancólico... “parezco mina” dirían por ahí (yo mismo lo haría, mejor dicho). Eso tiene una sola razón... ¿Por qué soy yo tan poeta? (a lo Nietzsche)... Tan melancólico, tan etéreo, tan triste, tan gris... tan verde oscuro como mis ojos. Porque me afectan las emociones de los demás, y yo ahí, impertérrito, serio, casi frívolo... tan capricorniano... tan canceriano por dentro, por fuera, maldita sea. Tanta tierra y agua que se me escapa todo, sí, demasiado. Lunatismo. Locura. Quién me manda... Idiota... Río... no, no tiene que ver con agua... ¿o sí? Maldito zodiaco, esoterismo lunático, los fines de año siempre me hacen mal... ¿o bien? El maldito verano. Y pensar que hace un año estaba... sí, lo recuerdo. Una caminata por quién sabe dónde, horas y horas... ¿pies cansados? Para nada, las almas se aligeran con ese viento extraño del verano. Un besito tonto que me descolocó... dos niños jugando a no sé qué. Y sí, las aromáticas noches, ¿cómo olvidarlas? Parece que entre tu inspiración poética y la tuya, prefiero la tuya... ¡Ah! ¿Acertijos en la oscuridad?... sí, con ventilador, teclado y un antifaz. Sin oscuridad. El sombrero otra vez... estás loco duquecito... definitivamente... ¿y qué más da? Ya no espero nada de la vida (cuando pierdes toda fe en la esperanza y viceversa... Wi, messie Camus), es como el Cambalache todo esto ya... un buen tango, ¡vaya que lo disfrutaría! Aunque ya no sé si contigo, contigo o con todas. ¡Pero si nunca lo has bailado, hombre! ¿Y quién dijo que era necesario saber para sentir... para vivir? Mi eterno drama... una comedia, ¿un crucigrama? Una araña en la pared... ¿eras tú la otra vez? Ah, no... ¡Eras ! Tú... tu... tu... tu... ocupado. Cuelga. Hay sangre en su mejilla y no sabe por qué. Una rosa lo había besado.

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